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INTRODUCCIÓN PINTURA RENACENTISTA
Hasta la llegada del renacimiento, la pintura sólo podía plasmar en la tabla o en el muro dos dimensiones: el largo y el ancho. Le era imposible captar sobre el plano la profundidad, la luz o el volumen. Por eso es que la perspectiva, aquí también, como en la arquitectura, pasa a ser un elemento clave.
Gracias a ella es que los pintores renacentistas logran crear lo hasta entonces inconcebible: espacios reales sobre una superficie plana. Las figuras, ordenadas en una composición de estricta simetría, la variación de colores fríos y cálidos y el manejo de la luz permiten crear distancias y volúmenes como calcados de la realidad.
El modelado de la figura humana, la expresión de sus emociones y el movimiento ocupan también un lugar preponderante. Los temas a representar, sin embargo, siguen siendo de corte netamente religioso, aunque ahora con la inclusión de un elemento nuevo, la burguesía desea tomar parte como protagonista en la historia del cristianismo. No es de asombrar, entonces, que se hagan retratar junto a su familia en una escena del Nacimiento o arrodillados al pie de la cruz junto a María Magdalena y la Virgen.
Incluso los representantes de la Iglesia se apuntan a esta curiosa costumbre. Muy distintos en espíritu, aunque no por ello menos valiosos, son los resultados obtenidos paralelamente en los países del norte. Los maestros de Flandes, dejando de lado las mediciones y la geometría y valiéndose de la cámara oscura logran también crear espacios reales en el plano aunque no con la exactitud de los italianos.
El acento se pone sobre todo en el color (son los primeros en utilizar el óleo) y en la copia del natural de rostros, paisajes, fauna y flora con una precisión y exactitud asombrosos, dando como resultado lo que se llamó: "la ventana a la realidad".
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