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INTRODUCCIÓN PINTURA ROCOCÓ La pintura rococó, aprovecha los recursos del barroco, liberándolos de su pesado dramatismo por medio de la ligereza del trazo y la suavidad del color. El hombre del rococó es un cortesano amante de la buena vida y la naturaleza.
Vive en la pompa del palacio, pero pasa el día en sus jardines y se hace retratar tanto cubierto de lujosos vestidos en salones de espejos y mármoles, como en medio de primorosos paisajes bucólicos vestido de pastorcillo. Los colores preferidos son claros.
Desaparecen los intensos rojos y turquesas del barroco y la tela se cubre de celestes, amarillos pálidos, verdes y rosados. Las pinceladas son rápidas y suaves, movedizas. La elegancia prima sobre el realismo. Las texturas se perfeccionan, así como los brillos.
Hay una obsesión especial por las sedas y las puntillas que envuelven a las figuras. Los retratos de Nattier y las escenas galantes de Fragonard son las obras más representativas de este estilo. El material favorito para lograr el efecto aterciopelado de las sedas y los brocados, las transparencias de las gasas y el esfumado de las blancas pelucas, son los pasteles.
Éstos, que son pigmentos de diferentes colores prensados a la manera de pequeños bastones, al pintar sobre una superficie rugosa se van desgranando, por lo que luego es menester fijarlo con un líquido especial. Sin lugar a dudas es en este período en que la técnica del pastel va a llegar a un auge sin parangón.
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